Energía yin

PERMITIR

Lo espiritual no tiene que ver con lo que haces sino con el lugar desde donde eliges vivir. Somos espíritu, pero saberlo con la mente significa poco. A veces, nada. Intelectualizar lo espiritual puede hacer que lo convirtamos en algo lejano, que se encuentra fuera de nosotros, que está por llegar y que es limitado. Limitado porque todo aquello que analizamos con la mente está condicionado por nuestras creencias y por lo que ven nuestro ojos físicos.

Somos espíritu, nunca vamos a dejar de ser lo que somos. Lo sepamos o no, vivamos siéndolo o no, esa es nuestra verdadera naturaleza. Nuestro desafío es el de abandonar la idea de que tenemos que hacer algo para que lo espiritual se manifieste, y simplemente permitirlo. No tenemos que aprender sobre el amor, no tenemos que pasar pruebas para que nuestra divinidad dirija nuestra vida. Tenemos que silenciar la mente y crear espacio en nuestro interior para que lo que somos se manifieste.

Piensa en una cebolla. Su corazón está tapado por muchas capas. Tú eres algo así, algo parecido a una cebolla. Tu corazón, tu esencia, tu alma es luz, es amor, es un reflejo exacto del macro universo. Esa luz que habita en tu interior ya es, está ahí siempre, nunca va a dejar de brillar ni de iluminar, es ilimitada y completa, pero está tapada por capas y capas que llevan el nombre de memorias, creencias, patrones, pactos, miedos que te han hecho creer que estás separado de lo que eres.

Si tu foco está puesto en quitar cada una de esas capas, imagina todo lo que vas a tener que trabajar. Si tu foco está puesto en las capas que te separan del amor, tendrás mucho que aprender y mucho que hacer. Todo estará por llegar, seguirás conectado al miedo y a la sensación de separación, pero si eliges centrar tu atención en lo que de verdad eres, silenciar la mente y entregarle a tu divinidad todas esas capas de miedo, entonces comenzarán a ocurrir milagros. Entonces sabrás que nunca estuviste separado, que no tienes nada que aprender. Que se trata de ser.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.


NADIE TE JUZGA

Mi Inspira de hoy es breve. Solo quiere ser un recordatorio de algo que yo necesito traer a mi mente casi a diario: no exigirme a mí misma de la forma en que lo hago. Porque la exigencia, la frialdad y la dureza nos reclaman que aprendamos a tratarnos con amor, con calor y con cariño. Porque nunca vamos a mejorar y a crecer si nos juzgamos como lo hacemos, tampoco si constantemente estamos recordando nuestros errores y nuestros fallos. Fallamos, claro. A cada momento, pero es que en eso consiste esta experiencia, en equivocarnos y en caernos. Y desde luego yo, si cuando me caigo me exijo, me juzgo y soy fría conmigo, no me levanto. Sin embargo, si me abrazo, me acompaño y me acepto, me levanto rápido y casi sin rasguños.

Eres imperfecto, te equivocas, cometes errores, a veces incluso haces daño sin haber querido. Sientes miedo y rabia y celos. Eres humano. Vuelves a llamarle cuando dijiste que jamás lo harías. Vuelves a pasar por la misma experiencia que juraste que nunca repetirías. Y está bien. Recuérdalo. Está bien. Poco a poco lo harás mejor si sabes ser compasivo contigo. Si sabes apoyarte, en vez de castigarte.

Nadie te juzga más que tú. El Universo del que formas parte solo puede amarte.

Observa cómo te tratas, lo que te dices, lo que te exiges y cómo tu mente te engaña queriendo que seas perfecto, como si todavía no lo fueras.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Tim Marshall





A ESTAS ALTURAS

A estas alturas de la vida no deseo grandes cosas, solo poder elegir y quererme lo suficiente como para escoger lo que es mejor para mí y lo que me hace feliz. Tan solo deseo saber disfrutar del tiempo sin salirme del presente, poder llenarlo de placer, de intimidad, de conversaciones infinitas, de besos, de abrazos, de atardeceres en el mar.

A estas alturas de mi vida solo quiero sentirme libre y en paz.

Solo quiero convertir en eternas las pequeñas cosas, llenar la vida de momentos donde el vínculo y la vulnerabilidad me recuerden que solo el amor perdura y que es lo único que me puede salvar.

A estas alturas de mi vida, han dejado de importarme las metas, lo que opinen los demás sobre mi forma de vivir o sobre mis elecciones. A estas alturas de mi vida, prefiero equivocarme en mis decisiones, que dejarme arrastrar por el miedo o por lo que debería o tendría que hacer.

A estas alturas de mi vida solo tengo delante a la niña que quiero volver a ser.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Blake Meyer